El mercado de la vivienda es uno de los más sensibles a los cambios socioeconómicos externos. La pandemia ha generado una auténtica transformación del inmobiliario que, tras mostrar una actividad frenética, parece que regula su tendencia. El estallido de la guerra en Ucrania, los altos niveles de inflación y el consecuente cambio en la política monetaria internacional, con la subida de los tipos de interés a partir del segundo semestre de 2022, han impactado de forma directa en la relación de los ciudadanos con la vivienda.
Los costes de financiación han presentado el mayor encarecimiento de las hipotecas desde el año 2000. Este endurecimiento de los créditos financieros ha propiciado una moderación en la actividad de compraventa, tras haber presentado los mejores niveles de la última década. Ahora existe una alta demanda de compra que aguarda a que se disipe la incertidumbre, expectante por si bajan los precios. Mientras, la demanda insatisfecha se canaliza hacia el mercado del alquiler, que vuelve a recuperar el liderazgo del mercado, después de dos años de protagonismo de la compraventa.
Estos cambios bruscos impactan sobre la escasa oferta de vivienda en ambos mercados. Además, el stock de producto residencial se ha reducido de manera muy significativa en los últimos meses. Estos aspectos, crean un desequilibrio todavía más acentuado entre la oferta y la demanda que propician que los precios mantengan una tendencia alcista.
De hecho, según el Índice Inmobiliario Fotocasa, es la primera vez en 15 años que el precio de los alquileres alcanza máximos históricos por encima de los registrados durante la burbuja de 2007. En este contexto, se acrecientan las dificultades de acceso a la vivienda, que se dejan entrever en este informe en el que se refleja la gran frustración de la mayoría de los jóvenes: obligados a vivir de alquiler, por no poder comprar una vivienda. Por ello, este año aumenta la edad media del comprador hasta los 40 años.
Las revisiones de crecimiento a la baja de la economía española afectarán a la tasa de ahorro de las familias y por lo tanto al consumo, lo que se verá traducido en un descenso más acusado de la compra de vivienda. Es por ello, que se necesitan políticas de vivienda que moderen el desequilibrio del sector, fomentando el alquiler social e impulsando el arrendamiento privado. Se deberá aprovechar las oportunidades de rehabilitación de vivienda e implantar políticas urbanas de regeneración y sostenibilidad de las ciudades, que transformen el modelo de crecimiento urbano. Es decir, medidas que tengan el objetivo de mejorar la oferta, acompañadas de políticas que promuevan la confianza y la transparencia de los mercados.